11 septiembre 2018

La carretera casi abandonada del Poblado de Saucelle

Vuelvo en este post a los Arribes del Duero, esta vez al sur del parque natural, al tercio que se quedó por visitar hace un par de años. El motivo de la excursión, aparte del interés paisajístico innato al lugar, es ver el último de los saltos de agua que quedó pendiente, así como otra serie de lugares abandonados relacionados con el ferrocarril que también tienen su interés. 

Nos ubicamos hoy en el entorno del salto de Saucelle. Este embalse se construyó, como otros tantos, en la década de los 50, siendo inaugurada su presa un ya lejano 29 de septiembre de 1956. Para dar cobijo a los trabajadores desplazados a ese lugar, bastante distante de otros grandes núcleos de población, se edificó un poblado compuesto por barracones y alojamientos de mayor categoría para jefes de obra e ingenieros, así como una iglesia o una escuela. Una vez terminada la obra, se demolieron los barracones, no así las demás construcciones. Dicho poblado es hoy un tranquilo complejo vacacional denominado Aldeaduero.

Existe una forma más o menos rápida de conectar el poblado de Saucelle (no confundir con el pueblo de Saucelle, ubicado a 10 kms. de este lugar) con la carretera autonómica CL-517 (antigua C-517 de Salamanca a Portugal y que conecta la capital helmántica con la frontera portuguesa en Barca D'Alva) por otra vía más moderna y de mejor trazado, denominada DSA-590, y que si bien tiene una parte más o menos sinuosa, no tiene el encanto de la carretera que originalmente unía el poblado con la CL-517 en Lumbrales, nombrada hoy como SA-330, y que es la protagonista de esta entrada. 


He de reconocer que esta carretera me sorprendió, ya que pese a haber visto en Google Maps que estaba repleta de curvas y que discurría por los desfiladeros cercanos al Duero, no esperaba encontrarla tan entretenida. Comenzamos pues desde Lumbrales en sentido norte, por una carretera estrecha y una orografía más o menos plana por el momento. En cuanto la carretera empieza a retorcerse, llegamos a un mirador habilitado en una de las curvas como observatorio de aves y de los propios Arribes. Una placa instalada en él describe de forma "poética" el lugar en el que nos encontramos.


Parada breve y continuamos por la carretera, esto es lo que tenemos ahora por delante...


Al poco llegamos al puente y puerto de La Molinera.



Es extraño leer que estamos a tan solo 280 metros de altitud, el paisaje ha pasado a ser tan escarpado que parece más propio de una zona de montaña.



Detalle de un guardarruedas del puente y la continuación de la carretera.



No dispongo de fotografía, pero desde aquí en adelante una señal advierte del peligro de desprendimientos en casi una veintena de kilómetros, de los cuales pude dar fe, teniendo que esquivar cascotes en varias ocasiones. La carretera tiene un mantenimiento exiguo, algo lógico cuando la DSA-590 alternativa llega al mismo lugar recorriendo menos kilómetros y con un trazado más ancho y sencillo. Comentar que a lo largo de unos 25 kilómetros no me crucé con absolutamente nadie, tampoco dispuse de cobertura alguna en el teléfono, así que la sensación de aislamiento era total.


Un pequeño pontón para salvar una de las múltiples gargantas horadadas por siglos de erosión...



Es una carretera tan estrecha que parece que no hay sitio ni para los hitos, hay que pintarlos en la roca.


Por aquí hemos venido...


...por allí también...


Llegamos al cruce de Saucelle, a la derecho el pueblo, a la izquierda nuestro objetivo, el salto y el poblado. Hay que bajar bastantes metros de altitud hasta el Duero, y aunque el tráfico pesado del que advierte la siguiente señal ya es inexistente, al menos de manera intensa, el tráfico normal aumenta notablemente. En adelante la carretera se ensancha y ha sido reasfaltada recientemente.


Abajo el poblado...


Y en una de las curvas un par de contrafuertes para sostener el talud.


Relativamente cerca queda el salto de agua más impresionante de los Arribes, y cuyo mirador recomiendo encarecidamente visitar a todo el que se encuentre alguna vez por la zona.



Bajamos hasta el dique...


...que hace a la vez de frontera hispano-lusa.


Terminamos con una pequeña incursión en el poblado, de arquitectura racionalista tan típica en esos años. Su máximo exponente, la iglesia, con ese diseño sencillo, sobrio y en muchas ocasiones adaptado al estilo local.


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