30 diciembre 2021

N-232: El tramo perdido de Híjar

Sabido es, por todos los que nos gusta estudiar los antiguos caminos, que si bien hoy en día las nuevas carreteras discurren casi ajenas al medio geográfico que las rodea, esto no siempre ha sido así. Hasta hace pocas décadas, las carreteras y caminos discurrían sujetas a los caprichos orográficos del lugar sobre el que se asentaban. Montañas, ríos, gargantas o barrancos determinaban el número de curvas o pendientes que se iba a encontrar el viajero. Los medios técnicos para construcción o mejora de estas vías eran los que eran, fundamentalmente mano de obra humana para el trabajo y animal para los acarreos de material, además que las necesidades tampoco requerían trazados adaptados a velocidades que no llegarían hasta fechas recientes, con la aparición del automóvil y sus sucesivas mejoras técnicas. Hoy en día las vías de alta capacidad se diseñan para velocidades de muchos kilómetros por hora, lo que ha llevado al abandono de los tramos sinuosos provenientes de los viejos caminos. Debemos tener en cuenta que muchas carreteras aún son herederas de estos, que con el tiempo y el aumento del tráfico han visto como se ensanchaban sus calzadas, se suavizaban las curvas o se mejoraban los firmes. Cuando esto era insuficiente y los medios técnicos ya lo permitían, el viejo trazado se abandonaba y se construía una nueva calzada que cumpliese los requisitos de seguridad contemporáneos. Esto precisamente es lo que ocurrió con el tramo que vamos a conocer en este reportaje, perdido en un lugar de la N-232, carretera nacional de Vinarós a Santander, entre las localidades turolenses de Híjar y Alcañiz.


No hubiese sido fácil dar con este pequeño tramo de no haber sido por la visita al museo de carreteras de Teruel. Fue allí donde conocí y me documenté respecto a las carreteras históricas más interesantes de dicha provincia, gracias a la abundante información disponible. En uno de los paneles explicativos se trataba sobre este tramo perdido al este de la localidad de Híjar, que procedí rápidamente a localizar en Maps y guardar en mi base de datos. No preveía ir en breve, pues si bien tenía diseñado desde hacía meses un viaje por la N-232 turolense y castellonense, este se retrasaba repetidamente y tampoco era cuestión de ir ex profeso a un lugar tan lejano a mi residencia con el único fin de visitar un tramo tan corto como este. Así pues, la ubicación se quedó durmiendo el sueño de los justos durante un par de años, hasta que en este pasado mayo de 2021 realicé por fin la ansiada ruta por la N-232, auténtico respiro tras meses de encierro perimetral. 

Parada en ruta cerca de Morella, la antigua y solitaria N-232 se encaja entre trincheras en la montaña castellonense.

El viaje me llevó por todo lo que aún me quedaba por recorrer de dicha carretera nacional, ampliamente tratada en este blog. Desde Zaragoza hasta el mar Mediterráneo era aún una incógnita para mí, y si bien el plato fuerte era la zona montañosa entre Teruel y Castellón, con el puerto de Querol como momento cumbre, el pequeño tramo que vamos a recorrer hoy fue otra de las visitas ineludibles. Habrá reportaje más extenso respecto a este viaje, prometido.

Obras en el puerto de Querol, grandes viaductos en contraposición a las numerosas curvas del barranco de la Bota.

Como siempre nos gusta hacer, pondremos este tramo cercano a Híjar en su contexto histórico. Nos retrotraemos a los vuelos aéreos de los años 1956 y 1957 del Instituto Geográfico Nacional. En la fotografía tomada entonces podemos ver que si bien nuestro protagonista estaba en funcionamiento, ya se habían eliminado y abandonado las curvas del lado oeste, sustituidas por una larga recta sobre terraplén, que es precisamente sobre la que se asienta la actual y moderna N-232.

1956-1957

Hay un largo salto en el tiempo, pues no constan fotografías aéreas hasta los años 1997-2003. En esta ocasión vemos como el lugar ya ha sido modificado, se han eliminado las cerradas curvas del tramo viejo y se ha ampliado la recta de los años 50 hasta enlazar con el siguiente tramo recto, el que hacia el este se dirige a Alcañiz. Al parecer, el material extraído para la creación de la trinchera que sirvió para enlazar ambos tramos rectos fue depositado a escasos metros, donde antiguamente se situó una de la curvas de acceso al tramo hoy abandonado. Lo veremos en breve.

1997-2003

Ampliamos zoom para ver todo más al detalle en la siguiente imagen aérea, del año 2018 y la más reciente hasta al fecha. Que no os engañe la vista, aunque parezca que ambas carreteras están a una misma altura y se cortan entre sí, el viejo tramo discurre a una notable diferencia respecto a su sucesor, como conoceréis en el reportaje fotográfico.

2018

A PIE DE CAMPO

Visto todo esto, nos ponemos en marcha y nos aproximamos al tramo abandonado. Toca dejar el coche lejos, pues en la intersección de la calzada abandonada con la actual no hay ningún lugar en el que estacionar con seguridad, dada la diferencia de altura y la protección mediante biondas, que impide abandonar la zona afirmada. Para acceder hasta el lugar fue necesario adentrarme por el borde de este sembrado y ascender por la ladera, no sin cierta dificultad (como podéis ver en la imagen inferior). Debo hacer una reseña importante respecto a esta incursión campestre, sumamente importante cuando nos metemos campo a través en plena primavera y válida para cualquier actividad, sea visitar un lugar abandonado, caminar, etc. La altura de la maleza era tal en algunos puntos que me llegaba hasta la altura del pecho. Me puse botas y pantalones vaqueros, pues tengo una especial atracción para que me piquen toda clase de insectos y alimañas parásitas. Bueno, pues aún así, una vez hecha la visita y de vuelta al coche, tuve que quitarme casi toda la ropa, sacudirla, meterla en una bolsa cerrada y vestirme con nueva indumentaria, tras descubrir como tres garrapatas habían decidido venir de exploración conmigo. No se habían llegado a agarrar, seguramente por falta de tiempo, pero no quisiera que lo hubiesen conseguido. Afortunadamente, en los últimos años se ha ido sabiendo más sobre las infecciones transmitidas por tan repugnante arácnido, como la maldita enfermedad de Lyme o la temible fiebre de Crimea Congo, por lo que debemos andarnos con mucho ojo.


Una vez que dejamos atrás el campo de garrapatas, llegamos al tramo abandonado. Lo primero que aparece ante nosotros es este terraplén sosteniendo la carretera, con una gran pintada de "Coste cero YA". Desconozco a qué reivindicación se refiere, quizá algún seguidor pueda indicarlo en los comentarios. La subida es costosa, por la vegetación y las rocas ocultas y salteadas por el barranco. La subida más escarpada fue la inmediata al muro, en la que tocó iniciarse en la "escalada".


En la siguiente fotografía se aprecia la inclinación y obstáculos con los que tocó lidiar. A la izquierda de la imagen, la enorme montaña de material extraído de la excavación de la trinchera que hemos comentado durante el estudio de las imágenes del Instituto Geográfico Nacional.


Una vez alcanzado la plataforma de la carretera, me tomo un par de minutos para recuperarme, observar las vistas y reconocer el terreno. Lo primero que nos recibe al llegar son los malecones de protección de la curva más cerrada de este tramo.








Este es el final del tramo por el lado oeste, aquí la calzada termina abruptamente tras el cuarto malecón, el que amenaza con caer al vacío. Además, todo el terraplén a partir de aquí ha sido destruido.


De nuevo en la curva, el ángulo interior es tan cerrado, que basta con una sola fila de protecciones para ambos vértices de la misma.


Tiramos de fotografía panorámica para captar la curva completa, aunque eso suponga afectar a la calidad de la imagen y alterar sus proporciones.


El asfalto está minado de vegetación y piedras desprendidas del talud, es notorio que por aquí no ha pasado ningún vehículo en décadas. Lógico, con ambos extremos cortados y teniendo en cuenta que este tramo ya no sirve para ir a ninguna parte.




Encaramos la recta de subida, ¿habrá suerte y encontraremos hito como en Lécera?



No solo piedras, grandes cantidades de arena sobre la calzada dan fe de la erosión de la pared de roca colindante.



Vista hacia atrás...



Vista a la roca...


Y vista al frente.


Ocultos entre la vegetación, continúa la fila de malecones de protección característicos de la época y que hemos visto en tantos y tantos lugares abandonados.



La disposición de la ladera, que en este punto crea una esquina de casi perfectos 90 grados, obligó a realizar un pequeño alzado para la siguiente curva, de ahí los malecones a ambos lados. Lo vemos en la siguiente vista aérea de Google Maps.


Es tan tupida la vegetación que casi se aprecia mejor la curva a vista satelital que a pie de campo.




Escalando por la ladera y recurriendo nuevamente a la vista panorámica podremos capturar esta segunda curva al completo.


Seguimos adelante, el final del tramo está cerca.


Si echamos de nuevo la vista atrás, apreciaremos como los malecones nos guían visualmente a lo largo del recorrido realizado hasta el momento.




El viejo se tramo se vuelve a cortar abruptamente, ahora en el lado este. En casos así se suele instalar una pequeña sección de bionda o barrera de protección para evitar que el vehículo que se interne en este este tipo de tramos caiga a la carretera actual. Esto no ocurre aquí pues no hay manera de acceder a él ni con un 4x4 convencional. Ante nosotros la trinchera anteriormente comentada y cuya excavación sirvió para enlazar ambas rectas y jubilar el trazado curvo que discurría ceñido a la ladera.


Desde este punto podemos comparar el viejo tramo con la N-232 actual, con sus dos carriles de ascenso y uno de descenso, amplios arcenes y suaves curvas. Nada que ver con nuestro añejo protagonista.



Me preguntaba antes si habría suerte y encontraría algún hito durante la exploración, desgraciadamente, no fue así. Quién sabe, quizá bajo la selva que se ha adueñado del lugar quede algo, aunque visto lo que ocurrió con las garrapatas... ¡a ver quién se pone a buscar!

19 noviembre 2021

N-III: Los tramos abandonados de Arganda del Rey

En España existen numerosos ejemplos de puentes metálicos, habitualmente asociados a la escuela del afamado Eiffel. Desconozco si eso se cumple para nuestra protagonista de hoy, en caso contrario, no es excusa para dejar de visitar un puente de magnífica factura y que pese al vandalismo y la dejadez, resiste de manera estoica y sin uso al paso del tiempo. Nos encontramos en el kilómetro 20 de la carretera de Valencia o N-III, denominada así en el Plan de Caminos de 1940 y cuya longitud se cifró en 349,648 kilómetros. Es la vía que tantas veces han documentado los compañeros de "En la carretera" y a la cual he dedicado hasta ahora un único reportaje, el relativo a las Cuestas de Contreras

Fuente: Instituto Geográfico Nacional.

Hoy la calzada de la vieja N-III se encuentra totalmente duplicada, pero no fue hasta el 3 de diciembre de 1998 cuando se hizo realidad, tras la apertura de los 35 kilómetros entre Atalaya del Cañavate y Motilla del Palancar (ambas en Cuenca) y los 9 que atraviesan el embalse de Contreras. La elección del trazado y su afección al área de las Hoces del Cabriel supuso polémica política y varios retrasos hasta la ejecución y apertura de la obra. Son numerosos los tramos de N-III que aún perduran y que a día de hoy se pueden recorrer con total tranquilidad, como el largo e interesante tramo de carretera nacional entre Honrubia (CU) y Requena (V). También hay otra serie de puntos muy conocidos por los aficionados al mundo carretero, como las famosas "emes" de Belinchón, que mantienen de forma admirable su adoquinado y cuya titularidad ha sido recientemente transferida al ayuntamiento de la localidad; los trazados abandonados y temporalmente sumergidos por el embalse de Alarcón, o antiguas instalaciones de carretera como el monolítico Hotel Claridge, desgraciadamente cada vez más vandalizado. 

Nuestro principal protagonista, el puente metálico que dio servicio desde 1910 hasta 1964 al ser sustituido por una nueva estructura de hormigón y mayor ancho, se encuentra hoy abandonado y sin ningún tipo de uso, por mucho que en su lado sur se haya instalado una placa explicativa aparentando un fin divulgativo. Este año se ha anunciado la futura restauración del cercano puente de Poveda, de uso ferroviario, ojalá el puente "carretero" se vea algún día agraciado con algo parecido. La actual A-3 o Autovía del Este discurre por las inmediaciones, totalmente ajena a la existencia de su metálico antepasado. El cercano paso peatonal sobre la misma hace un curioso guiño al diseño del viejo puente.

Fuente: Google StreetView (mayo de 2021) 

Como ocurre en muchos otros lugares repartidos a lo largo y ancho de nuestra geografía, ha sido profusamente pintarrajeado, mostrando el mismo nulo respeto hacia esta histórica infraestructura que cuando se hace sobre una propiedad particular. Algo similar ocurre con los estribos y hasta con las barreras New Jersey instaladas para evitar el acceso de vehículos al puente. La administración propietaria de esta infraestructura bien podía mostrar un poco más de interés por su conservación, aunque he de reconocer lo complicado de mantener este tipo de cosas en buen estado frente a los amigos del spray. Estamos en marzo de 2018. Jose Luis, gestor de Despoblados y Abandonados nos hace de anfitrión y guía en el lugar.


El puente de hierro no fue el primero que se levantó en este lugar para cruzar el cauce del Jarama. Previos a su llegada existieron pasos de barca, puentes de madera y puentes colgantes que acumularon varios colapsos.




La estructura es una obra de "arte industrial", que pese al maltrato y al tiempo transcurrido sin mantenimiento permanece incólume. Realmente, no necesita más que una mano de pintura en condiciones, una limpieza de la piedra de pilas y estribos, y una adecuación del entorno para convertirlo en un lugar agradable de visitar. Una pequeña y merecida inversión para una estructura más que centenaria.



La balaustrada del paso peatonal se realizó con esmero y acompaña hoy de manera elegante a los arcos metálicos.



Al otro lado del tablero, un nuevo par de barreras impiden el paso rodado.


Junto a las barreras hay una pequeña placa informativa, prácticamente ilegible por las pintadas. En ella vemos una imagen de una caravana de camiones cruzando el puente.



Bajamos a los estribos, tan vandalizados como todo lo demás.


En este punto el cauce del río Jarama es estrecho, por lo que se puede descender fácilmente a la parte baja del tablero. Las pilas son un reciclaje de las que se construyeron para su antecesor, de tipo colgante y colapsado en 1887.



El puente metálico no es el único atractivo histórico-carretero de este lugar. Hemos visto que la salida sur se encuentra clausurada y cortada por el ramal del enlace con la M-832, por lo que es imposible acceder hasta el extremo sur en coche. No ocurre lo mismo con el acceso norte, al cual llegamos por un pequeño pedazo de antiquísima N-III, que para nuestra alegría mantiene bordillo y adoquinado. Por cierto que, el tablero del puente también dispuso de adoquinado como capa de rodadura, hoy tapado por varios centímetros de asfalto.


Algunas zonas se encuentran cubiertas de una fina capa de riego asfáltico.





La dejadez es patente también en las inmediaciones del puente.



Finalizamos la visita a esta zona y nos dirigimos a otro lugar abandonado de la N-III, sin salir del término municipal de Arganda del Rey. Avanzamos en sentido Valencia y atravesamos el casco urbano de la localidad, tras lo cual nos detendremos hacia el kilómetro 30. Aquí encontraremos otro tramo en desuso desde hace décadas y en peor estado, en el que queda poco más que el trazado sinuoso. En la siguiente fotografía aérea, procedente de los vuelos de 1956-1957, encontramos este característico zigzag, que pocos años antes fue sustituido por una nueva variante de diseño más amable. Tarik Bermejo arroja luz al respecto en este excelente artículo.

Fuente: Instituto Geográfico Nacional.

Haciendo zoom sobre el inicio del tramo a estudiar veremos que la N-III ya no transcurre por allí, incluso parece apreciarse el color del asfalto reciente derivando el tráfico a la nueva variante.

Fuente: Instituto Geográfico Nacional.

La recta de entrada está adoquinada. Hay restos de pintura amarilla, aunque más que proceder de las marcas viales originales, parece deberse a pruebas de pintado.





Al finalizar la parte rectilínea el pavimento da un cambio radical, desaparece el adoquín y aparece lo que hoy sería un camino como tantos otros.


Curvas cerradas y firme machacado, ha pasado mucho tiempo desde que esta vía descendió de categoría.





Queda algo de bordillo en los laterales, aunque en la calzada el trasiego de vehículos agrícolas, la escorrentía de las lluvias y el paso del tiempo han hecho estragos.




Quién diría que esto fue en su momento una carretera radial, hoy tomada por la vegetación y el abandono. Este tipo de tramos, en los que el tiempo se detuvo antes de la llegada de las mejoras de los planes de carreteras de la segunda mitad del siglo XX, es algo que ya hemos visto en numerosas ocasiones y en multitud de lugares. Quizá el caso más llamativo, largo y original es el que visitamos en la N-I en Oquillas (BU).



Seguimos caminando y llegamos a la segunda horquilla.





La actual N-III en la lejanía. Como hemos visto en el artículo de Tarik, originaria de los años 40.


Aún queda por aparecer otro tipo de vestigios carreteros, más bien basura de carretera.


¿Será de la misma época? No creo, los aceites multigrado eran aún proyectos de laboratorio cuando las curvas de este trazado estaban en uso.


En adelante, nuestra vieja carretera radial de Madrid a Valencia se torna algo más suave durante unas decenas de metros y muere bajo la actual N-III, que a su vez desaparece bajo la autovía A-3 en Perales de Tajuña, hacia el kilómetro 41. Si bien siempre se cumple el mismo patrón en la evolución de estas históricas vías de comunicación, por fortuna disponemos de cápsulas del tiempo como este tramo de Arganda del Rey. En lo que a mí se refiere, tengo aún una gran asignatura pendiente con la N-III, con muchos kilómetros por recorrer y explorar.